Eva tenía grandes pasiones pero también guardaba profundos temores. Solía pensar que en una sociedad donde predominaba la posición social y la economía por encima de la educación y del arte, no había mucho qué hacer. A veces quería cambiarlo todo y otras pensaba que nada tenía sentido. Por ello, el arte se volvía su mejor aliado, la mejor manera de poder reconstruir lo que en la realidad no podía cambiar. Por supuesto, sus grandes amigos: Víctor y Kenia nunca la dejaban sola, la defendían a capa y espada. Sin embargo, todo estaba a punto de cambiar tras aquella tarde lluviosa. Caminaba hacia su casa cuando comenzó a escuchar el tiroteo, no sabía de dónde surgía o por qué, pero esa chica la había salvado y sólo por eso, los demás merecían saber su nombre y quién había sido. Esto también le había dado la posibilidad de saber lo que quería, de tener una segunda oportunidad. Nunca imaginó que en medio de su búsqueda, ella y sus amigos tendrían la clave de algo más grande y delicado, pero se mantendrían juntos hasta el final. Qué mejor forma de hacerlo que iniciando la revolución artística, una revolución con inteligencia y encontrando a su vez, otra forma de resistir.